No es sino el verde el color de la envidia.

miércoles, 26 de enero de 2011

En negro.


Y la oscuridad despegó del suelo ascendiendo por los aires llevándose consigo la poca luz que atisbaban mis ojos, cobró forma de mujer, lánguida oscura de tez blanca y fría como el invierno, se contoneaba como si una mística melodía sonara tras sus pasos, su mirar triste, melancólico me absorbía la felicidad, su negra melena describía una perfecta danza en sintonía con el viento, su vestido cobraba extrañas formas que a veces parecían animales, el frío desierto de nieve parecía estar atento sólo a ella, a su mirar, al movimiento circular de sus dulces manos, el embrujo de su presencia me hacía evadirme, era como una droga que hacía olvidar los problemas, que simplemente se encontraba allí como un enorme misterio de la vida que nadie hubiera sabido responder y que sin embargo contemplaba con una sencilla tranquilidad. Si existía peligro o no ante su presencia no lo descubriría jamás pues pronto se desvaneció al igual que había aparecido y la luz comenzó a inundar la nieve, cegándome por completo, es todo lo que puedo relatar, lo que pasó después no lo quise recordar porque cuando desperté me encontraba en una limpia cama de hospital, mi madre lloraba diciendo: ¡Ha despertado!

El coma había robado tres años de mi vida de los que no tuve noticia ni de mí mismo, a día de hoy no tengo claro qué me pasó ni por qué, sólo se que para mi fuero unos segundos de sueño lo que fue una larga tortura para los que me querían.

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